domingo, 17 de agosto de 2014

San Agustín de Xilitla...Nuestro punto inicial

Xilitla, San Luis Potosí No sé cuántas veces preguntamos a qué distancia estábamos de la playa más cercana (“a unos 200 km y es Tampico”, me dijeron), y es que Xilitla se parece más al Golfo de México que al centro del país. Por supuesto, forma parte de la húmeda Huasteca. Pero también es la última selva que existe en el continente si se avanza de sur a norte. Debe ser por eso que el verdor de Xilitla se expresa con tanta fuerza, como si le desesperara saberse el final de la exuberancia y quisiera mostrarse como una majestuosa culminación. La Xilitla cafetalera Sin el alborozo del mercado, Xilitla luce su belleza tropical. Tres son sus calles principales: Miguel Hidalgo, Mariano Escobedo y Corregidora. En ellas se encuentran elegantes casonas que provienen del pasado ilustre del pueblo gracias a las zonas cafetaleras. Se le llegó a conocer como la Atenas Huasteca. Era habitual encontrar a los lugareños vestidos glamorosamente; sus hijos viajaban a Europa a estudiar y sus hijas se dedicaban a las artes que entonces se pensaban propias de las mujeres. La llegada del millonario Edward James renovó estos afanes culturales. A la vez de las famosas pozas, James edificó la Posada del Rey, que ahora es un hotel boutique cuyo atractivo principal está en sus construcciones originales (pasadizos secretos, tubos deslizantes y galerías al aire libre). Así que decidimos ir a Las Pozas, donde ocurre la historia que le agrega su misterio más reciente a Xilitla. El jardín del surrealista A 3 km del pueblo se encuentra Las Pozas, el único jardín escultórico surrealista en el mundo, que está en continua reelaboración. Aunque sus últimas construcciones son de 1984, el musgo, los hongos y los helechos siguen poblando las esculturas. La pretensión es crear una ciudad perdida en la selva, y su descubrimiento deja perplejo al visitante: columnas invertidas, ventanas góticas, serpientes que se vuelven palomas, jacuzzis con forma de ojos, flores de piedra, aviones como ballenas; estructuras que retan al sentido común y a la ley de gravedad. Este jardín lo concibió el millonario Edward James, ahijado del rey Eduardo VII de Inglaterra y mecenas de varios artistas surrealistas, como Salvador Dalí, René Magritte y Leonora Carrington. James viajó a México en los años cuarenta y en Cuernavaca conoció a Plutarco Gastélum, indio yaqui, boxeador y clavadista, quien trabajaba en el telégrafo. Juntos viajaron por el país, les dijeron que en Xilitla había una selva llena de orquídeas. Cuentan que James se bañaba en una cascada del rancho La Conchita, cuando una nube de mariposas se posó en él. Entonces compró el espacio para crear el jardín, cosa que ocurrió de 1949 a 1984. Este espacio caprichoso de construcciones inacabadas aglutina estilos diversos, inspirados en los viajes de James. Abarca 30 hectáreas: lo más concentrado está en cuatro. Los trabajadores del lugar cuentan anécdotas de las excentricidades de James, como cuando hizo un festín para sus perros, o cuando recorría su jardín con túnicas de manta, persiguiendo guacamayas. Se dice que tuvo venados, tigrillos, boas, pavorreales y guacamayas. A la muerte del mecenas, la propiedad pasó a manos de Plutarco Gastélum, a quien James le hizo homenaje con la escultura de su mano que se encuentra en la entrada del jardín.

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